Todos sabemos que cualquier proyecto empresarial necesita una estrategia…, ese axioma nadie lo pone en duda. Cualquier negocio necesita saber con claridad de dónde parte, hacia dónde quiere ir, y cómo va a recorrer ese camino. Es decir, necesita una estrategia que le ayude a ir del punto A al punto B.
Pero, quizás te preguntas ¿por qué necesito una estrategia para mi marca?, yo ya tengo una marca bien definida, tengo un logotipo y tengo una identidad visual…
Efectivamente, tener un logotipo y una identidad visual es imprescindible, pero lamentablemente, hoy en día no es suficiente.
Las marcas no son un invento de ahora, las marcas nos han acompañado casi desde el mismo momento en el que los seres humanos empezábamos a comerciar. Los alfareros romanos, hace ya 3500 años, marcaban con símbolos las ánforas en las que transportaban sus mercancías. Lo cual demuestra que desde la más remota antigüedad los seres humanos hemos desarrollado sistemas de señales o marcas para dejar constancia explícita de nuestra identidad o de nuestras pertenencias.
La historia de las marcas está intrínsecamente ligada al hecho físico de marcar. Brand, marca en inglés, procede de la palabra nórdica Brandr, que significa “quemar”, seguramente debido a la costumbre de marcar con un hierro candente al ganado. Sin embargo, en las lenguas románicas, el significado de marca era sinónimo de frontera y de prenda o tributo. Marcar era afrontar, hacer de frontera. La palabra marca, en la Edad Media, se relacionaba con la facultad concedida por el rey a sus súbditos, para apoderarse de bienes o mercancías cuando se veían perjudicados por invasiones extranjeras.
Y ¿quiénes podían marcar?: los grandes propietarios, los nobles, los poderosos… En el imaginario colectivo se fue consolidando, junto al concepto de marca, la idea de propiedad y el concepto de riqueza y abundancia.
Sin embargo, el verdadero origen de las marcas no aparecerá hasta el nacimiento de los gremios en la Edad Media. Con la intención de poner orden a la actividad comercial, los artesanos se organizaron en gremios, y se establecieron normas para controlar, por ejemplo: el exceso de producción, las características del producto, los precios o la calidad de las materias primas. Es entonces cuando aparece una norma que tendrá gran importancia en el futuro, la obligación de identificar el producto con algún signo que pudiera distinguir al artesano que lo había fabricado.
Como vemos, aunque hemos convivido con las marcas toda la vida, no siempre han significado lo mismo. No será hasta mucho más tarde, con la industrialización, el boom de los productos envasados y el consumo masivo, cuando las marcas se consoliden definitivamente. La fuerte demanda, junto a la necesidad de vender en mercados cada vez más amplios, obligó a las empresas y fabricantes a abandonar los embalajes genéricos en favor de un empaque utilizado como herramienta de promoción y venta.
El siguiente paso era inevitable, para competir con la producción local era necesario transmitir confianza y mostrarse ante los usuarios locales tan familiares y cercanos como fuera posible. De esa forma, las marcas empezaron a intentar asociarse con otro tipo de valores que nada tenían que ver con los propios productos, como la juventud, la diversión o el lujo.
Hoy en día, con el desarrollo tecnológico por un lado y la la fuerte competencia por otro, el universo de productos y servicios se ha homogeneizado de forma evidente, las calidades son muy similares y diferenciar un producto de otro es una tarea casi imposible. El acceso a la información en tiempo real, internet, las redes sociales, y una mayor conciencia ecológica de los consumidores ha cambiado radicalmente la manera de entender e interaccionar con las marcas.
Las marcas en consecuencia, han tenido que volver a reinventarse y es ahí, en cierta medida, donde lo que entendemos hoy en día por “branding” adquiere sentido.
Empezábamos este texto hablando de la necesidad de contar con una estrategia de marca, eso significa contar con un plan estructurado para posicionar la marca según unos objetivos establecidos (estrategia de branding).
La saturación de los mercados ha hecho evidente que no basta con un nombre, un logotipo o unos colores corporativos, hoy más que nunca es necesario asociar a la marca unos atributos y valores con los que el cliente pueda sentirse identificado. Sólo así los consumidores podrán elegir tu producto o servicio.
Para ello es necesario trabajar seis pilares
1. Tus esfuerzos de comunicación deben centrarse en el grupo de personas que se identifican con tu propósito.
2. Definir los objetivos de tu estrategia teniendo en cuenta tu propósito y el grupo de personas a los que te diriges, para atraer a nuevos clientes y fidelizar a los que ya tienes.
3. Crear o consolidar tu identidad de marca enfocando tu esfuerzo en los valores que quieres que tu cliente reconozca y que concuerden con tu propósito.
4. Crea una experiencia autentica y única en tus clientes. La sinceridad y autenticidad, junto a lo emocional y los sentimientos positivos, son pilares esenciales en los que construir tu marca.
5. La consistencia será tu mejor aliado. Los mensajes deben de ser coherentes con los valores de la marca.
Para terminar y como conclusión, recuerda que si tienes un negocio, tienes una marca… y lo mejor que puedes hacer para impulsarla a otro nivel es centrarte en el elemento más poderoso de de tu negocio, tu propósito y visión.
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Foto: Ánfora de la exposición “Made in Roma” Ejemplo del sistema de sellos que marcaba el origen y la calidad de las mercancías en la antigua roma. http://www.mercatiditraiano.it/es/servizi/sala_stampa/made_in_roma.